jueves, 13 de diciembre de 2018

El efecto Tinder

Últimamente, y debido a la influencia de las redes sociales, se está produciendo lo que yo llamaría un "efecto Tinder". Como muchas personas sabrán, Tinder es una aplicación para favorecer las relaciones sociales o, dicho comúnmente, para ligar. En esta aplicación, una vez que creas un usuario, te aparece una 'baraja' de cartas y con el movimiento del dedo de ir pasando fotos, es decir, a izquierda o derecha, vas eligiendo, en un primer vistazo, si un chico o una chica te gusta.

Este es un sistema que deja totalmente fuera a los grises. Es decir, tú miras la foto y piensas durante unos segundos y tienes que elegir si te puede gustar o no, sin haberle escuchado hablar o haberle visto en persona y saber cómo piensa. Solo guiándote por tu intuición. Y en este punto, se puede perder la posibilidad de muchas relaciones, ya que a todos nos ha pasado que hemos tenido una primera impresión errónea, que luego ha derivado en otra mucho mejor con la conversación y el paso del tiempo.

Y aquí es donde se extrapola este "efecto Tinder" al resto de las cosas. Hace años, antes de la proliferación de las redes sociales, escuchabas el informativo y, aunque no quisieras te enterabas de cosas que no querías oír o que no te interesaban. Ahora, y especialmente en redes sociales como Twitter, eliges a quién seguir y realizas una elección sobre qué contenidos quieres que pasen por delante de tus ojos cuando deslizas tu timeline. 



Por ello, si solo estás escuchando la misma opinión todos los días y de todas las personas a las que sigues, es fácil que no te plantees nunca que otra opción u otra forma de pensar puede tener razón o, al menos, no estar desencaminada en su totalidad.

Para reforzar esta impresión, en Twitter se dan unos condicionantes muy característicos: Hay tres opciones de interactuar con un tuit: dándole a favoritos (me gusta), retuiteándolo para que les aparezca a tus seguidores y escribiendo una respuesta al tuit.

Y esto también se refuerza, aún más con las encuestas. Te plantean hasta cuatro opciones y tienes que elegir una. 

En definitiva, todo está orientado a que haya varias ideas predominantes y se refuercen a base de retuiteos y se queden fuera los grises o las ideas que están a caballo entre una opción u otra. 

Esto genera un auge de los enfrentamientos y las polarizaciones. O eres feminista o eres machista; o eres comunista o fascista, del Madrid o del Barça. Diferir de estas grandes corrientes de opinión resulta muy complicado por la propia estructura de Twitter: tradicionalmente los tuits contenían como mucho hasta 140 caracteres y desde hace un tiempo se puede llegar hasta los 280. Pero quizá no es suficiente para desarrollar los matices de una postura disidente o no coincidente con el sentir general.

No sé cuál podría ser la solución a esto, pero presenta un panorama muy peligroso porque si la gente solo escucha siempre lo que quiere escuchar, lo convierte en un mantra y se opone a todo lo que difiere un poco de este pensamiento. Yo, procuro seguir tanto a los que opinan como opino yo hoy como a los que no, porque no sé cómo opinaré mañana. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión si nos convencen.

miércoles, 11 de junio de 2014

¡Melisandre! ¿Qué son los sueños?

Melissandre! Was ist Traum? (¡Melissandre! ¿Qué son los sueños?)
Was ist Tod? Nur eitel Töne. (¿Qué es la muerte? Solamente los tonos vanos)
In der Liebe nur ist Wahrheit, (En el amor sólo es verdad,)
Und dich lieb ich, ewig Schöne. (Y te amo, por siempre bella.)

Este es un libro que no tenía pensado leer cuando me acerqué por la última edición de la Feria del Libro de mi ciudad (Pamplona). Iba con otro libro en mente (Skagboys, de Irvine Welsh), una novela que seguro adquiriré en otra ocasión, porque el escocés es uno de mis autores favoritos.

Sin embargo, y quizá tengo que achacarlo a tres factores, al final me decidí por este libro. Uno de esos
factores es el criterio de la librera que me lo vendió. A la dueña de la librería Nerea (calle Esquíroz de Pamplona) la conozco desde hace mucho tiempo (antes incluso de regentar el negocio) y confío en su gusto porque además de vender libros, los lee. El segundo de los motivos que me invitaron a comprarlo fue su finalidad, servir de entretenimiento para un viaje de ida y vuelta entre Pamplona y Málaga. Un libro de 263 páginas era fácilmente asumible en un viaje de 12 horas en total. Y el tercero tengo que agradecérselo al equipo de maquetación y diseño de la editorial Asteroide. A mí un libro me tiene que entrar por los ojos y éste lo hizo. Entre la portada y la redacción del argumento, ya estaba convencido a un 50 %.

Tengo que decir que el libro de Hillel Halkin me ha gustado, aunque reconozco que me podría haber gustado mucho más. Éste es un libro que admite segundas o incluso terceras lecturas. Se nota que el escritor estadounidense tiene 75 primaveras y es bibliófilo. ¿Y en qué se nota? Se nota en las reflexiones que hace el protagonista, Hoo, sobre muy diversos temas culturales, religiosos, políticos... Son unas reflexiones que parten de alguien que ha leído mucho, que sabe mucho y que se ha documentado mucho. Esa es precisamente la parte que menos me ha gustado, la de las digresiones filosóficas y religiosas. Decía lo de los 75 años por eso, porque un joven (no tan joven ya) de 32 años como yo no tiene mucho tiempo para detenerse en reflexionar y documentarse acerca de los principios del hinduismo o de las teorías neoplatónicas o del macarthismo...

En lo que sí que me ha llegado es en la plasmación de una historia de amor a través del tiempo. Una historia de amor que se prolonga durante casi toda una vida es algo muy difícil de construir narrativamente y Hillel Halkin lo ha conseguido con una gran maestría. Hay frases y momentos con una intensidad brutal y otros en los que te gustaría ser el protagonista y cambiar la historia. Dentro de la construcción narrativa también destaco la redacción en segunda persona, muy complicada de mantener a lo largo de todo el relato.

Otra de las cosas que destacaría son las conversaciones entre los dos protagonistas principales, que resultan memorables. Y no sólo las que están plasmadas en diálogos, sino las notas mundanas que se van dejando en libros escritos por reputados historiadores o investigadores. Trozos de vida que posteriormente, rescatados unos años después, abren la puerta de todos aquellos sentimientos que permanecían dormidos y aquellas heridas que ya se creían cicatrizadas.

En cuanto a referencias, me recuerda en alguna escena al libro de Haruki Murakami Sputnik, mi amor (referencias a Grecia, no doy más pistas) y en lo relativo a una historia de amor a través de toda una vida, al libro de Vargas Llosa Travesuras de la niña mala. Si me pidieran más referencias diría Chesil Beach, de Ian McEwan, por su habilidad de meterse entre las sábanas de una pareja primeriza, El animal moribundo de Philip Roth y Desgracia de Coetzee por mostrar la vida de un profesor universitario con un complicado mundo interior.

Copio el argumento que aparece en la contraportada: "A finales de los años cincuenta, en Nueva York, dos chicos: Hoo y Ricky, y una chica, Mellie, se conocen mientras trabajan en la redacción de la revista literaria de su instituto. Allí forjarán una amistad que durará años y condicionará el resto de sus vidas. Décadas después, Hoo, convertido en catedrático de filosofía, rememora su relación con Ricky y con Mellie y también el trasfondo cultural y social de la época que les tocó vivir: los coletazos del macarthismo, la liberación de los años sesenta o las protestas contra la guerra de Vietnam. Conforme avanza la historia se van revelando las razones que le han llevado a escribir el relato de esa amistad; que es, en realidad, una maravillosa carta de amor a Mellie".

"En ¡Melisandre! ¿Qué son los sueños? la sabia mirada de un hombre maduro sobre su vida y sobre aquello que le da sentido convierte este libro en un canto al amor y a la amistad, en una invitación al perdón. Una de las novelas de amor más extraordinarias de los últimos años que nos habla del poder de la literatura y la memoria".

miércoles, 7 de mayo de 2014

Sangre de Barro


Soy un apasionado de correr, o como está de moda decir ahora, del running, y siempre había echado en falta más libros sobre corredores, no sobre el deporte en general, sino sobre el atletismo en particular. Por ello, me he comprado los que he visto que podían satisfacer mis deseos. Como De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami, Correr, de Jean Echenoz o La Behobia, crónica de un desafío, de Koldo Bravo Goñi. Todos estos libros transmiten la pasión por correr, pero adolecen de acción.

Acción, precisamente, es lo que le sobra a Sangre de Barro, de Maribel Medina. Esta autora navarra, de 45 años, se estrena en el mundo del thriller y lo hace por la puerta grande. E incluso se podría decir que inaugura el subgénero del thriller deportivo. Porque no existen muchas novelas cuyo leit motiv sea el deporte y, más en concreto, el dopaje.

El dopaje vehicula la trama en Sangre de Barro. La corrupción lo inunda todo. Cuando un médico deportivo te marca tus propios límites en función del consumo máximo de VO2, sabes hasta dónde puedes llegar con tus marcas y hay algunos atletas que deciden sobrepasar esos límites para lograr la gloria. La pregunta que deja caer la novela es: ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para conseguir la gloria?

Aparte del tema central de la obra, la autora introduce subtramas muy interesantes, como las relaciones, no siempre decorosas, del inspector irlandés de la Interpol Thomas Connors, que resulta muy competente en su trabajo pero tiene sus debilidades como todo el mundo. Es ahí donde más incide la narrativa de Maribel Medina, en las miserias humanas. Mientras otras novelas muestran personajes casi perfectos e intachables, Sangre de Barro ahonda, valga la redundancia, en el barro en el que se introducen sus personajes, y no siempre salen bien parados.



Salvo algún pasaje que me hubiera gustado que hubiese durado más o que hubiese profundizado más en el aspecto psicológico, la novela me ha enganchado desde los primeros capítulos, no muy extensos y que invitan a seguir leyendo, sobre todo cuando la investigación principal ya está en marcha.

A mi juicio, esta novela ambientada en una zona recóndita de Suiza y que incorpora otras localizaciones internacionales, da en el clavo y saca a colación un tema del que no muchos escritores habían osado enarbolar, el dopaje.

Deseo que este buen comienzo (la novela ya ha sido traducida a varias lenguas) se consolide y podamos leer más historias de esta brillante autora novel.


martes, 24 de septiembre de 2013

Running no es atletismo



Dicho así suena muy tajante. Pero es como lo pienso y como lo piensan algunos entrenadores con los que he podido hablar. El pujante fenómeno del running, que está ahora tan en boga, no es el mismo deporte que el atletismo. Y dentro del propio running también hay varios niveles.

Desde mi punto de vista, el atletismo se basa en una serie de pruebas tanto de velocidad, saltos y lanzamientos que ha sido perfeccionado a través de los años y, cuya actividad está perfectamente homologada en pruebas concretas y con unas marcas homogéneas internacionalmente.

El running se basa más en el puro ejercicio por sentirte bien, estar en forma y disfrutar corriendo sin un objetivo puramente competitivo. El running lo puede entrenar uno anárquicamente, el atletismo también pero es muy difícil que alguien que entrene por su cuenta pruebas de pista consiga buenos resultados.

Running es lo que siempre se ha denominado como "salir a correr". Lo que pasa que es más cool denominarlo running porque te entienden en todo el mundo, es una palabra 'estrella' y básicamente se ha puesto de moda. Antes también se denominaba a esta actividad footing. Footing es una palabra muy muy curiosa. No se os ocurra mencionarla en un examen oficial de la Escuela de Idiomas porque os ponen un cero directo. Footing no existe en inglés. Es un invento español basado en un origen incierto. Los ingleses cuando quieren decir, "salir a trotar", dicen jogging, pero nunca footing.

Dicho esto, el runner que quiera ser atleta tendría que dedicar mucho tiempo y entrenamientos específicos para lograrlo. No basta con salir a correr. Hay que hacer series, ejercicios de fuerza, ejercicios de intervalos, no descuidar los estiramientos... E intentar acercarse a registros que te permitan competir aunque sea a nivel de tu provincia o comunidad.

¿Es un atleta alguien que corre a más de 4 minutos el kilómetro? Definitivamente no. Igual sí, pero el peor atleta del mundo. Eso sí, esa persona puede ser un gran runner y estar situado en el 25% delantero en la clasificación de un cross popular.

El único punto en común entre el atletismo y el running puede ser la prueba de la maratón. Hasta el 10.000, todas las pruebas son en pista. Pero en los 42 kilómetros se sale ya a la calle a rodar. Ni siquiera la media maratón se considera una prueba oficial (al menos, de cara a unos Juegos Olímpicos).

Dicho esto, tengo que decir que soy un antiguo atleta y un orgulloso runner. Y que invito a todo el mundo a que se sume al deporte de moda, que te aporta una gran satisfacción personal y la sensación de ser libre. ¡Nos vemos en las calles!

miércoles, 17 de julio de 2013

Cerveza, apuestas y canguros



Que sueñes con el diablo
y sientas pánico al amanecer
Antigua maldición

Después de los Sanfermines he retomado el placer de la lectura y con bastante fuerza. Y esta vez me gustaría recomendaros uno de los mejores libros que he leído en mi vida: Pánico al amanecer (Wake in Fright), de Kenneth Cook. Es la mejor novela de un antihéroe que he leído jamás. Además, emocionante, divertida, entretenida y no muy extensa (190 páginas).

Pánico al amanecer no es una novedad, ni un gran lanzamiento editorial. Es realmente un clásico de la literatura australiana que se reeditó recientemente (en mayo de 2011) por Seix Barral. El libro fue escrito en ¡1961! Cuando cayó en mis manos yo no conocía previamente ni la novela ni el autor. Pero no pude tener mejor intuición al seleccionar el libro. Si os gustan los antihéroes de los libros de Bukowski o de Irvine Welsh, os gustará el humor ácido de Kenneth Cook.

Hay varios tipos de libros y entre ellos los que te hacen reír a carcajadas aunque estés leyendo con gente a tu alrededor. Pánico al amanecer es uno de esos libros. Se trata de un profesor de escuela, John Grant, perdido en el Outback australiano, en un pueblo llamado Tiboonda, y que ansía unas vacaciones en Sydney junto a su amor platónico, Robyn. Cuenta con seis semanas de vacaciones y el dinero justo para llegar a su destino y aprovechar sus días de libranza.

Pero para llegar a Sydney tiene que hacer escala en un memorable pueblo, Bundanyabba, de donde despegaría su vuelo hacia la costa. Pero allí amigos, empiezan los problemas. En medio del desierto australiano, estéril, sólo sobreviven unos ciudadanos que piensan únicamente en el juego y en la cerveza. "En los pueblos remotos del Oeste no abundan las comodidades de la civilización: no hay sistema de alcantarillado, no hay hospitales, es raro dar con un doctor, el agua es mala, la luz eléctrica es para los pocos que pueden costearse un generador y las carreteras apenas existen. Tampoco hay teatros ni salas de cine y los salones de baile se cuentan con los dedos. Pero hay un sólido principio del progreso que mantiene a salvo de la locura declarada y que se encuentra arraigado a miles de kilómetros al Este y al Norte, al Sur y al Oeste del Dead Heart: dondequiera que vayas, la cerveza siempre está fría". La cerveza también genera otra reflexión del protagonista: "Curioso rasgo de la gente de por aquí, pensó Grant: puedes dormir con sus mujeres, aprovecharte de sus hijas, gorronearles, estafarlos, hacer casi cualquier cosa que en una sociedad normal te llevaría, cuando menos a sufrir el ostracismo. Aquí en cambio, casi ni se dan por enterados. Ahora, basta con que te niegues a beber con ellos para que pases de inmediato a convertirte en su enemigo mortal".

-¿Primera vez en Yabba? Jock Crawford.

Frases como esta salpican todo el libro. Como este fragmento que alude al carácter de la gente forjado por las duras condiciones de vida: "Siempre que pensaba en un minero, Grant imaginaba a alguien con la cara tiznada saliendo de la tierra como si fuera un topo. La diferencia era que podía parpadear, mover la cabeza y hablar, aunque lo más seguro, con un marcado acento galés. En cuanto a los recién llegados, se trataba de un par de especímenes que hablaban con el sonsonete mal desarrollado por aquella gente que no abría mucho la boca al hablar para evitar que les entrase el polvo".


O esta que menciona el glorioso agua de Yabba: "El grifo de agua caliente le proporcionó una tímida lluvia bajo la cual comenzó a frotarse la piel usando el fragmento de jabón que encontró a un lado de la bañera. No era fácil hacer espuma con el agua que salía de las cañerías de Bundanyabba. Abrió entonces el grifo del agua fría y la temperatura apenas disminuyó. Por espacio de unos minutos, permaneció bajo el chorro con la esperanza de refrescarse".

Este libro pone al límite la dicotomía propia del hombre entre el bien el mal, el pequeño pasito que hay que dar para que una situación descarrile y se convierta en dramática. Las decisiones que se toman como fruto de una borrachera y que pueden condicionar el resto de nuestras vidas...

Otra anécdota muy interesante relacionada con este libro es la que cuenta que en 1963 el actor Dirk Bogarde se hizo con los derechos cinematográficos del libro, que en un principio iba a dirigir Joseph Losey, pero que finalmente llevó a la pantalla Ted Kotcheff. La película fue estrenada en Cannes en 1971 y posteriormente se perdieron los negativos originales. Ya en 2002, tras una larga investigación, el cineasta Anthony Buckley localizó una copia en Pittsburgh, Estados Unidos. Después de un proceso de restauración digital, la película fue exhibida en el Festival de cine de Cannes, de nuevo en 2009, ¡38 años después! y obtuvo una mención especial en la sección de Clásicos. La película está, de momento, libre para ser visualizada en Youtube.

jueves, 27 de junio de 2013

Porqué ya no concibo ver algunos programas sin mi móvil

La televisión durante muchos años ha sido una actividad para ver en familia. Todos reunidos delante de la caja tonta y comentando lo que transmitían los pocos canales que se podían sintonizar. Hasta hace bien pocos años esto era así. Recuerdo el 'boom' del estreno de Gran Hermano en Telecinco en el año 2000. Yo estaba en la universidad y era tal la expectación que dejé una velada a medias con mis compañeros de clase para ir a casa y ver el llamado 'experimento sociológico' que la cadena de Mediaset nos brindaba.

En mi casa estaban todos igual de ansiosos por ver el nuevo reality show que iban a emitir... Al día siguiente no había quien no supiera qué pasaba con los concursantes de la casa, el último expulsado, las conversaciones entre los participantes... Todo ello era vox populi y se comentaba ampliamente. Pero no tenía la repercusión que tiene ahora y, sobre todo, la posibilidad de compartir a nivel global esas opiniones o comentarios.

Eso ha cambiado desde hace relativamente poco tiempo con las redes sociales y, más especialmente, con Twitter. De hecho, los canales lo saben e imprimen al igual que la 'mosca' de su logotipo, el hashtag para seguir su programa en esta red social. Ya cuentan con los seguidores y espectadores virtuales. Y tengo que reconocer que seguir un programa en Twitter es realmente divertido.

Hay contenidos que se prestan mucho más a esta nueva tendencia que otros. Las series de televisión, en mi opinión, no son uno de esos contenidos. ¿Por qué? Porque es de mal gusto dejar 'spoilers' sueltos para gente que todavía no ha llegado a dicho capítulo y que no le viene bien esa misma hora de emisión.

Pero hay otro tipo de contenidos y de programas que sacan chispas en las redes sociales. Por ejemplo, con el programa de la MTV de Gandía Shore, Twitter echó humo literalmente. Sobre todo en los primeros capítulos. Era un formato que ya se había experimentado con Jersey Shore y Geordie Shore, pero ver a esos 'personajes' en España y hablando español no tenía precio. El programa sacó a relucir una parte de la juventud real, por otra parte, pero que causa vergüenza ajena entre quienes no aspiran en la vida sólo a beber alcohol, montar fiestas y follar. Sin embargo, las andanzas de estos personajes se multiplicaban exponencialmente al existir una red social como Twitter para debatir, criticar o ensalzar a este modo de vida.

Lo mismo está pasando con un Príncipe para Corina, el programa de Cuatro en el que veinte chicos, divididos en los guapos, los únicos, los simpáticos y los nerds (frikis) se disputan el amor de una chica de 21 años, Corina, que fue reclutada por los productores del programa en una discoteca. Tal y como está montado el programa, se presta para los comentarios más ácidos, más hilarantes, y más descabellados sobre las técnicas de seducción y las situaciones rocambolescas de los pretendientes en su ánimo por conquistar el corazón de la bella 'princesa'.

Y lo mismo se puede decir de Masterchef, una arriesgada apuesta de TVE, que no tuvo mucha suerte en cuestión de audiencia en sus dos primeras emisiones pero que posteriormente se ha ido ganando el corazón de los telespectadores y de los tuiteros. Masterchef es un programa dirigido a un público más amplio que los dos anteriores y, posiblemente, con mayor nivel cultural. Pero tiene los mismos ingredientes que lo hacen atractivo para los tuiteros. Un premio en juego, protagonistas peculiares, pruebas de habilidad, cameos de famosos... Y un ritmo narrativo que te mantiene enganchado al televisor.

Para mí, los programas de televisión y las redes sociales, hoy por hoy se han convertido en algo perfectamente complementario y que se aportan valor mutuamente. De la soledad de ver la televisión en tu cuarto, hemos pasado a ver la televisión en un estadio gigante de fútbol y compartiendo las bromas o las chanzas de los personajes entre todos, aportando lo más selecto de nuestro ingenio. Porque una cosa está clara, criticar a los demás está en el ADN de los españoles y Twitter nos ha venido al pelo para ello. Nos lo han puesto en una bandeja de plata.

Nos leemos en Twitter en el próximo programa de Corina...

miércoles, 26 de junio de 2013

En tierras de 'Basajaun'

En un primer momento yo estaba reticente de leer 'El guardián invisible' de Dolores Redondo. Sin ningún prejuicio hacia esa obra, simplemente porque me gusta que las novedades editoriales 'maceren' un tiempo y que el propio mercado decida si merecían la pena o si simplemente eran fruto de una estrategia de marketing. Es lo que me suele pasar con los famosísimos Premios Planeta de todos los años. Yo, de primeras, desconfío y si después de un tiempo el libro se sigue vendiendo igual de bien y mis conocidos me lo recomiendan, pues pico y también lo leo.



En este caso, ya por el mero argumento, el libro tenía muchas papeletas para acabar en mis manos. En primer lugar, habla sobre Navarra, mi querida y amada tierra. Tengo una curiosidad innata por todo aquel documento que divulgue mi comunidad. En segundo lugar, estaba el trasfondo mitológico. Recuerdo precisamente en el Valle de Baztan un campamento al que yo fui con 9 años y en donde conocí las historias de Basajaun, las Lamias y otro tipo de personajes mitológicos. Me quedé fascinado por la historia de las Lamias y cómo se les aparecían a los habitantes y moradores de los bosques locales. Por último, el género. Yo no suelo leer muchas novelas policíacas o thrillers. Me suelen llamar más aquellos libros que construyen personajes página a página y en los que no necesariamente se documenten asesinatos, como es el caso de esta obra.

Pues bien, en la última feria del libro de Pamplona (si tuviera dinero me hubiera ido a la feria de Madrid) me decidí por el libro de Dolores Redondo. En un primer momento, con sólo leer que ya se habían comprado los derechos cinematográficos y que iba o había sido traducida a ¡19 idiomas! me apabulló. "El libro tiene que ser bueno seguro".

Me fui sumergiendo en la historia de Amaia Salazar y el argumento en general me recordó a la serie 'Punta Escarlata', que se emitió en Telecinco hace dos o tres años y en la que se iban sucediendo crímenes de adolescentes que un comisario de policía tenía que esclarecer. En 'El guardián invisible' es una inspectora de la Policía Foral que había estudiado en su juventud en el FBI y que había nacido en el Valle del Baztan. Por otra parte, estaba casada con un artista americano que se había quedado prendado de los Sanfermines y había convertido Pamplona en su residencia.

Lo brillante de la historia es que la escritora consigue sacar un trasfondo a todos los personajes que intervienen en la novela, desde Amaia hasta su hermana Flora y el resto de una tradicional familia del norte de Navarra en la que todo se conoce pero mucho se calla y se silencia. Todos los personajes tienen un background que el lector va descubriendo según pasa las páginas. Una historia terrible que había quedado silenciada entre sacos de harina.

Por otra parte, Dolores Redondo, en mi opinión, da a luz un trabajo con mucha honestidad y en que se nota un gran trabajo de edición. Las transiciones entre capítulos están muy cuidadas y los 'golpes de efecto' muy bien distribuidos durante toda la novela. Además, la honestidad se aprecia en que la escritora no se saca ningún 'as' debajo de la manga en el último momento para justificar la historia, sino que va dejando miguitas de Txantxigorri (en la obra 'txantxangorri') diseminadas por toda la obra para que los lectores se puedan crear sus propios juicios sobre quién es el autor de los asesinatos.

La lectura de esta obra me ha recordado a otro autor nacido fuera de Navarra pero que ha escrito sobre temas 'forales' y en el mismo género literario. Se trata de Alejandro Pedregosa, que publicó en 2010 una novela titulada 'Un extraño lugar para morir', ambientada en Sanfermines. En esta obra, también un comisario de policía tenía que esclarecer un crimen que se había cometido en el transcurso de unas de las fiestas más conocidas en el mundo, los Sanfermines. Sin embargo, esta novela no tiene, para mí, la calidad y la capacidad de atracción de 'El guardián invisible'. La obra del granadino contiene un humor que a veces resulta un tanto cargante.

Volviendo a la obra de Dolores Redondo, también está muy bien conseguido el juego con la mitología vasca. Se juega mucho con la existencia real de 'Basajaun' y el lector duda en algún momento de si es fantasía o realidad lo que está leyendo.

Si realmente forma parte de una trilogía, pienso leer los otros dos libros y si también están comprados los derechos cinematográficos (por el productor de la saga Millenium) veré las películas. Otro buen libro que recomendar a un conocido o para ti mismo.